Me conmueven las extremidades frágiles,
el rojo esmalte de las uñas
aferradas a la caricia del aire.
Los contornos, cuando el centro endurece,
quedan difusos, olvidados.
Aprieto el interior
para acordarme de mirar las noches,
para sentir de día
las yemas de los dedos
del sol sobre mi espalda.
Me afano, rasgo, despellejo y reagrupo;
pero siempre hay algo
que escapa a los bordes.
Detrás de la felicidad aquel abismo,
la tentación de imaginar algo
tras la felicidad.
Cuando tiramos con fuerza de los limbos de nuestro mundo
en direcciones opuestas
se abren
cortes profundos
Si con hilo y aguja Amor mío
pudiéramos arreglarlos
bordaría motivos preciosos
por cada tajo.
Palabras cortas en la boca
para que no falte el aliento
y así crezcan las rosas
bajo el agua de los días
Tengo las manos llenas del polvo
de cosas de nada
Me ovillo en el desorden
-largo sonido el de la soledad,
tensado en las cuerdas del aire-
Alas en la cabeza; en los pies ruedas.
Son cunas vacías las casas por deshacer y construir.
¿Se puede viajar
solamente con una mano
en la mano?